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sábado, 26 de diciembre de 2009

Verdades sobre la religión

(Tomado de Libro de Notas diario de los mejores contenidos de La Red en español)
Por:  Agustín Ijalba
Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad.
Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

Realidad vs. religión


Reality. What a concept! (??Realidad. ¡Menudo concepto!??) ¿Quién escribió esta frase genial? No recuerdo su nombre, pero sí la cita. Se me quedó grabada cuando la vi escrita en la pizarra de un aula. Es de esas ideas que se recrean al leerlas, y que siguen retozando en un halo de misterio más allá de su misma contradicción. O precisamente gracias a ella. Nos muestran, en cualqueir caso, que las palabras pueden alcazar un lugar de preeminencia en la conformación de aquello que identificamos como “lo real”.

Vaya con la realidad. Tan real, tan a mano, tan palpable, que se nos resbala como la anguila… Idealistas y realistas se han debatido, llegando incluso a las manos, acerca del concepto –¿real?– de realidad. ¿Mero juego de palabras? Visto como quieren vendérnosla, lo dudo: invierten mucho tiempo y dinero en ella, la visten, la arropan, la miman, la muestran en la plaza pública, que es precisamente el lugar en el que la recogieron famélica y harapienta, y luego nos la venden como única. No caigamos en el error de creerles. Vienen tiempos difíciles para la realidad.


Tiempos en los que las creencias religiosas cobran aire y se crecen, alimentadas desde sus insultantes reductos de infalibilidad. Hiere lo real cuando se muestra desnudo más allá del rito y revela la inconsistencia de la palabra helada sobre el muro. Hay un lenguaje que compone fantamas cada semana desde los púlpitos, y que se reclama garante y custodio de la verdad revelada. El creyente encierra su visión del mundo entre las cuatro paredes de un libro sagrado grabado con las letras que otros dejaron allí escritas. Y las recrea en su lectura y las hace suyas y las esparce como semilla para que crezca en los lugares más inhóspitos del planeta. Sin percatarse de que la realidad, ¡menuda es ella!, le va cerrando las páginas del libro una a una, y en su hiriente blasfemia reconduce las cosas hacia el lado más abrupto y hostil de nuestras querencias, esas que nos impelen a matarnos unos a otros en nombre de lo más sagrado, de lo más hiriente, de esas mismas palabras escritas sobre el muro que cada mañana recita el muezín, el sacerdote o el rabino.

Ya sería hora de despertar, parecen decirnos los cadáveres de tantos inocentes muertos en nombre del dios redentor. Ellos sí son reales, no necesitan inflamar sus pliegues de liturgias para justificar su hedor. Huelen a carne podrida por las mismas religiones que les dejan ahí postrados, por viejas proclamas que bajo nombres distintos son una y la misma. Y tienen luego la santa caradura de venir a pedirnos respeto…

Misterios de lo desconocido

Nietzsche en Castellano
De El Anticristo.
Maldición sobre el Cristianismo
 
Este libro pertenece a los menos. Tal vez no viva todavía ninguno de ellos. Serán sin duda, los que comprendan mi Zaratustra: ¿cómo me será lícito confundirme a mí mismo con aquellos a quiénes ya hoy se les hace caso? - Tan sólo el pasado mañana me pertenece. Algunos nacen de manera póstuma.


Las condiciones en las que se me comprende, y luego se me comprende por necesidad, - yo las conozco muy exactamente. Hay que ser honesto hasta la dureza en cosas del espíritu incluso para soportar simplemente mi seriedad, mi pasión. Hay que estar entrenado en vivir sobre las montañas - en ver por debajo de sí la miserable charlatanería actual acerca de la política y del egoísmo de los pueblos. Hay que haberse vuelto indiferente, hay que no preguntar jamás si la verdad es útil, si se convierte en una fatalidad para alguien... Una predilección de la fuerza por problemas para los que hoy nadie tiene valor; el valor de lo prohibido; la predestinación al laberinto. Un experiencia hecha de siete soledades. Oídos nuevos para una música nueva. Ojos nuevos para lo más lejano. Una conciencia nueva para verdades que hasta ahora han permanecido mudas. Y la voluntad de economía de gran estilo: guardar junta la fuerza propia, el entusiasmo propio... El respeto a sí mismo; el amor a sí mismo; la libertad incondicional frente a sí mismo...

¡Pues bien! Sólo ésos son mis lectores, mis verdaderos lectores, mis lectores predestinados: ¿qué importa el resto? - El resto es simplemente la humanidad. - Hay que ser superior a la humanidad por fuerza, por altura de alma, - por desprecio...

Friedrich Nietzsche


1- Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos, -sabemos muy bien cuán aparte vivimos. “Ni por tierra ni por agua encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos”; ya Píndaro supo esto de nosotros. Más allá del norte, del hielo, de la muerte - nuestra vida, nuestra felicidad... Nosotros hemos descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de laberinto. ¿Qué otro la ha encontrado? - Acaso el hombre moderno? “Yo no sé qué hacer; yo soy todo eso que no sabe qué hacer” - suspira el hombre moderno. De esa modernidad hemos estado enfermos, - de paz ambigua, de compromiso cobarde, de toda la virtuosa suciedad propia del sí y el no modernos. Esa tolerancia y largeur de corazón que “perdona” todo porque “comprende” todo es scirocco para nosotros. ¡Preferible vivir en medio del hielo que entre virtudes modernas y otros vientos del sur!... Nosotros fuimos suficientemente valientes, no tuvimos indulgencia ni con nosotros ni con los demás; pero durante largo tiempo no supimos a dónde ir con nuestra valentía. Nos volvimos sombríos, se nos llamó fatalistas. Nuestro fatum - era la plenitud, la tensión, la retención de las fuerzas. Estábamos sedientos de rayo y de acciones, permanecíamos lo más lejos posible de la felicidad de los débiles, de la “resignación”... Había en nuestro aire una tempestad, la naturaleza que nosotros somos se entenebrecía - pues no teníamos ningún camino. Fórmula de nuestra felicidad; un sí, un no, un línea recta, una meta...
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